viernes, 18 de mayo de 2012

Matilda en el sueño de los justos

Pobre Matilda. Que fin el suyo. Me dio penita, después de todo me dio penita. ¿Por dónde andará en estos momentos? Y la verdad, no sé si Toribio hizo bien. ¿Quién le cuidará ahora? Sea como fuere, ella lo cuidaba y le pedía lo natural, que la cabalgara y todo eso, que la gozara, que la saciara. ¿Eso está mal? Pues no. Y el susto que se llevó el novelista cuando ella intentó seducirlo. Creo que le contó todas esas historias, con sus verdades y sus fabulaciones, para retener al escritor en su casa. Tal para cual. Ella novelista para el oído; el novelista para las palabras en el papel ¿Cómo se llevarían veinte años después si vivieran juntos? Y ese chorro de voz que le salía, con música de fondo variada, el rencor, el odio, el látigo lanzado a ciertas tiranías que se quieren imponer haciendo creer lo que no es. Que si unos kilitos menos, que si otros kilitos menos, que si patatín, que si patatán. Así está. Ahora ella descanza. Descanza lejos de esta sociedad-suciedad llena de enfermos que con el barniz de las fomas... ya sabemos, con ese barniz se derrumban muchos castillo y se edifican otros no menos terribles y castradores. Cuando se levante de nuevo, no sé... Cuando se levante de nuevo y alce sus voces, porque tiene miles, habrá que salir pitando. Y esos pasajes de la boca, de los tipos de bocas, sin comentario vamos. Buen logro el de Claudia Bürk. Buen pan para largo alimento, en este desierto o en cualquier otro, y contra todos los inviernos.


                                                                                                                        Ubaldo R. Olivero

1 comentario:

  1. Matilda sabía qué era lo que importaba en la vida. ¿Quiénes serán estos misteriosos personajes?

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